



Por Iván Acevedo
• En un inicio era divertido hacer música y usar drogas. Con el paso de los años se pasa a ser un drogadicto tratando de hacer música. Esto es lo más triste. Los excesos acaban con todo el talento que pueda quedar en alguien; simplemente te lo arrebata.
• En los últimos tres años de mi adicción dañé a la gente que más quiero en mi vida y cuando ese tren desenfrenado finalmente se estampó como diría mi gran amigo ‘Jessie’, ya había perdido todo lo que era importante en mi vida. ¡Todo!
• Este 18 de febrero pasado, es un buen día para celebrar 13 años de sobriedad absoluta. Estaba curado de mis adicciones. Desde ese día no volví a consumir una gota de alcohol o droga.
• Entendí mi propósito: instruir a las generaciones venideras de músicos jóvenes de lo que mi madre me trató de enseñar en mi adolescencia y desafortunadamente lo aprendí a la mala, que el talento y el arte no tienen nada qué ver con una vida de excesos.
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La lista de artistas con adicciones es muy larga, ya sea por un periodo de tiempo o por casi toda su vida, en dicha lista podemos encontrar nombres como Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Stephen King, Charles Dickens, The Beatles, Michael Cooper, Bela Lugosi, Pablo Picasso, Andy Warhol, Van Gogh y Jean-Michel Basquiat, entre otros.
Al ser tantos los casos, se nos ha confirmado que ha existido influencia del consumo de narcóticos en la elaboración de obras artísticas incluso, existen testimonios como los de The Beatles, acerca del uso de estimulantes para soportar el ritmo de los conciertos.
La razón del porqué las drogas han formado parte del mundo artístico y creativo es un tanto difusa, ya que su uso fue asociado mucho a ciertos grupos o círculos, además de ser muy fomentada la imagen del artista maldito. (“Las drogas en los artistas”: Isaac Arturo Urrutia Alfaro. Revista Goooya/UNAM) https://puedjs.unam.mx/goooya/las-drogas-en-los-artistas/
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Uno de los misterios más grandes de la música se relaciona con el famoso “Club de los 27”, trágica denominación que se refiere al grupo de músicos célebres que comparten una singularidad: haber muerto prematuramente a la edad de 27 años, en casos relacionados mayormente con el abuso de drogas y alcohol, accidentes inexplicables e incluso el suicidio: Brian Jones (Rolling Stones), Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison (The Doors), Kurt Cobain (Nirvana) y Amy Winehouse
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The Beatles
Los Beatles fumaban marihuana regularmente desde que Bob Dylan los inició en ella en un hotel en agosto de 1964. La droga los ayudó a elaborar el álbum Rubber Soul, de 1965. El LSD (Dietilamida de Acido Lisérgico) cambió todo acerca de los Beatles: su sonido, su concepción de sí mismos, sus perspectivas y su influencia en la historia.El ácido les abrió las puertas a ‘Revolver’. Pero también abrió heridas que nunca sanaron
La historia de Revolver empezó en una noche de infierno e iluminación. ¶ “Acabamos de tomar LSD”, le dijo John Lennon a George Harrison. ¶ Era la primavera de 1965. Lennon y su esposa, Cynthia, y Harrison y su esposa, Pattie Boyd, estaban en una cena en la casa del dentista John Riley y su novia, Cyndy Bury, en Londres. Antes de que el cuarteto se fuera, Riley les pidió que se quedaran a tomar un café, y luego los obligó a terminar sus tazas. Al poco tiempo, le dijo a Lennon que había puesto cubos de azúcar con LSD en el café. Lennon se enfureció. “¿Cómo mierda te atrevés a hacernos esto?” Sabía algo sobre la droga: era un alucinógeno poderoso –considerado psicodélico– y producía cambios en el pensamiento, las emociones y visiones que asustaban a algunos observadores. El psicólogo Timothy Leary había sido famosamente despedido de la Universidad de Harvard en 1963 por realizar sesiones terapéuticas experimentales con la sustancia.
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Iván Acevedo ¿Cómo fue?
Para comenzar con esta historia debo empezar por el mero principio. Sin el afán de condenar a los medios de comunicación y a todo lo que un niño se expone al consumir publicidad, es necesario decir que desde muy temprana edad vi fotos y leía acerca de los problemas de adicción de mis ídolos.
En la década de los ochenta era muy normalizado ver incluso caricaturas consumiendo alcohol o fumando. Lo citado previamente no justifica mi conducta en los años venideros. Un niño debe siempre estar en constante comunicación con sus padres para prevenir cualquier tipo de adicción.
Empiezo a la temprana edad de cinco años a querer emitir algunas notas con mi voz; vaya desde los tres años escucho a “The Beatles” pero desarrollo dos años más tarde una pasión inexplicable por querer reproducir su música por mis propios medios.
De igual forma, música de José José que mi querido padre escuchaba. Un día mi abuela escucha mi “canto” y me dice que en verdad soy el niño más desafinado de la historia. Ella me convence que la única manera en que podré afinar algún día es acercándome a Dios y ofreciéndole mi voz.
Debido a mi gran pasión por el canto me dirijo un día con mucha determinación hacia la iglesia y pido ser aceptado en un grupo ‘selecto’ de niños que asistían al sacerdote. Yo era muy chico ya que era necesario ser aproximadamente dos años mayor de lo que era para ese cierto “puesto”. Eso no me detuvo, insistí y lo conseguí.
Pareciera que mi abuela tenía magia en sus palabras ya que la profecía se había cumplido; personalmente sentía la diferencia al cantar y creo que el resultado se derivaba de mi devoción tanto por el canto como por estar sirviendo a Dios. Seguido de esto, era muy importante intentar el siguiente paso que era ser parte del coro de nuestra comunidad.
Logré que mis padres me compraran una guitarra y empecé a estudiar música a los siete años. Aprender a leer música fue una experiencia que me abrió un panorama muy amplio para entender la música y comienzo a dar mis primeros pasos en composición ya que escucho muchas líneas melódicas al mismo tiempo en mi cabeza.
Cada vez me acerco más a la Iglesia ya que me siento más conectado a la música a medida que pasa el tiempo y a continuación voy a adelantarme en el tiempo simplemente diciendo que la persona o bien, el “sacerdote” que en su momento me apoyaba para continuar con mi sueño de la música estaba enfermo y al igual que a mí, a varios otros compañeros nos alejó debido a sus abusos.
Creo que fue gracias a Dios que a mí no me haya violado. Desconozco si alguno de mis compañeros sufrió violación; pero sí hubo un abuso sexual (todo esto considero importante ya que al momento de mi rehabilitación, es el psiquiatra quien me dice que si yo caí en las adicciones en gran parte es porque nunca me perdoné este incidente con el sacerdote y de alguna manera me auto-flagelaba)
Renuncio a la iglesia por obvias razones más no a la música. Para cuando tenía 10 años la música ya era religión para mí. Ver a mi hermano mayor tocando rock era mi nuevo sueño por conquistar.
Soñaba con entrar a la secundaria para vivir esa experiencia de siempre estar tocando mi guitarra, cantando y conocer otros músicos para empezar a hacer historia juntos. Tal y como le había sucedido a mi hermano. Yo seguí soñando con mis superhéroes músicos y al mismo tiempo que aprendía de su música a su vez aprendía de sus vidas tormentosas. Debo admitir que había algo muy atractivo en ese lado pecaminoso de sus vidas. Vaya, siempre estuvo en mí muy presente que todos estos ídolos habían pasado por situaciones muy difíciles pero generalmente al hablar con mi madre, ella siempre se encargaba de centrarme y explicarme que el talento no tenía nada qué ver con todos esos excesos. Ella siempre tan sabia. Yo tan obstinado.
Mi etapa musical en la secundaria fue de mucho aprendizaje sin duda y a su vez de mucha inocencia, ya que mi grupo de amigos era gente de muchos valores y sólo queríamos hacer música, nada más. Pero fue en el último año de la secundaria donde mi curiosidad me alcanzó y empezó a mezclarse con mi deseo de querer triunfar en la música.
Solía caminar de regreso a casa y pasaba muy a menudo por un bar donde si me fijaba bien por las ranuras de las ventanas, observaba las luces de neón que había en el interior. Siempre desde niño tuve una fijación por la iluminación así de tenue muy característica de los clubes y discotecas. Me atraía ahora demasiado lo que sucedía dentro de ese lugar. De repente dejaban una cortina abierta un poco más de lo usual y podía ver parte de los instrumentos. En otras ocasiones veía cómo se hacían filas para entrar a dicho lugar y yo no podía dejar de imaginar lo que esos artistas (que por cierto los llegué a conocer a todos ellos, trabajamos juntos y vivimos muchas experiencias) sentían al recibir cada noche a tanta gente que pagaba por ver sus espectáculos. Más adelante incluso llegué a escuchar de fuera (ya que era menor de edad) todo el compendio de sonidos extraordinarios entre musicales y la euforia de la gente. Yo tenía que ser parte de eso.
No pasó más de un año cuando mi determinación me llevó a ser uno de los músicos más populares de la ciudad; y tal y como me lo propuse, ya desfilaba yo ahí en ese lugar que tanto añoraba y me atrajo años atrás.
Ahora era yo el que tenía gente recibiéndome y queriendo tocar conmigo todo el tiempo; en ese centro nocturno y en todos los que quería y se podía. Eran tiempos en mi ciudad donde no había mucha prohibición en cuanto a menores en los bares. A mis quince años era un músico muy popular y muy social al que todo el mundo quería invitarlo a tomar a sus celebraciones y fiestas.
En un principio era muy notorio que mi ética me frenara; siempre estaba pensando en que tomar no era la mejor decisión. Pero con el paso del tiempo me producía tanto placer que fue fácil desinhibirme y darme esos “permisos”.
Yo era el cantante principal de una banda muy conocida y famosa que sonaba en la radio “¿cómo iba a reaccionar diferente a lo que la gente esperaba de mí?”, me decía continuamente.
Increíblemente en esos niveles aunque fuera artista local, ya podía gozar de los placeres que la música me daba más allá del llenarme el alma: excesos. No imagino cómo será la facilidad de obtener lo que sea en otras esferas del mundo del espectáculo; si yo en mi nivel podía tenerlo todo, más arriba estoy seguro que se puede tener más y más rápido.
Es un verdadero peligro para cualquier persona, especialmente para un joven que empieza a forjarse su personalidad y a tomar decisiones que obviamente influenciado por todo eso que rodea al medio es fácil nublar la objetividad y los verdaderos sueños.
Presentaciones masivas, grabaciones y colaboraciones no dejaban de atravesarse en mi camino. Miles de situaciones positivas se presentaban, desafortunadamente también aspectos negativos y adversidades de cualquier adolescente claro. Pero ya no bastaba en refugiarme en mi música. Empezó a cavarse en mí un vacío que duró años en mi corazón. Y para colmo, cuando me di cuenta que mi ídolo más cercano, mi modelo a seguir y quien me enseñó todo lo que sé del negocio de la música, cuando supe que él consumía drogas, en un momento muy vulnerable de mi vida tomé la peor decisión de mi existencia a mis diecisiete años: ¡consumir cocaína!
Una vez que la conocí fue como si nada me pudiera dañar. Era invencible. Nadie me podía romper el corazón, no sentía dolor emocional de ningún tipo. Y la mezcla del alcohol con ella fue un viaje desenfrenado que duró 17 años seguidos.
Fueron años de sobrevivencia. Todo lo que sucedió durante ese periodo fue en automático, pues solía ser un adicto muy funcional al principio. Logré mucho de lo que estoy orgulloso en este lapso, sin embargo sé que si hubiese estado en mis cinco sentidos habría logrado aún más.
En un inicio era divertido hacer música y usar drogas. Con el paso de los años se pasa a ser un drogadicto tratando de hacer música. Esto es lo más triste. Los excesos acaban con todo el talento que pueda quedar en alguien; simplemente te lo arrebata.
En los últimos tres años de mi adicción dañé a la gente que más quiero en mi vida y cuando ese tren desenfrenado finalmente se estampó como diría mi gran amigo ‘Jessie’, ya había perdido todo lo que era importante en mi vida. Todo.
Después de dos intentos de rehabilitarme en los últimos años recurro una vez más a la clínica. Sin nada qué ofrecer a mi familia, sin sueños, prisionero de mí mismo y sin fuerzas para pelear contra el monstruo más grande y dañino: mis adicciones.
El terapeuta me dice que yo no tengo remedio, que es mejor optar por morirme. Me dejó sin esperanza. De hecho le implora a mi esposa embarazada que me deje ya que yo no soy elegible para recuperarme. Es en ese momento en donde de alguna lugar recóndito de mi ser comencé a escarbar fuerzas para vivir y la terapia comienza a hacer efecto. Desafortunadamente recaí.
En la última recaída de mi vida sufrí alucinaciones por la mezcla de fármacos que me recetaban como parte de la recuperación y mi intoxicación; fue aquí donde por primera vez en mi vida le rogué a Dios que me quitara la vida. Le rogué con todas mis fuerzas, así como cuando le rogué de niño que me dotara de dones para ser un gran músico y me lo concedió. De igual manera le pedí que se apiadara de mí y me quitara el sufrimiento. Es aquí donde me llevó por una travesía y me mostró lo que deparaba para mí si decidiera morir.
Caminamos por un infierno vil donde mi reflejo era deforme, sólo sentía dolor y cabezas de fuego demoníacas intentaban comerme. Jamás había sentido ese pavor; eso no era miedo, era terror.
Tomo la decisión de que es menos adverso el vivir y en automático aparezco un 18 de febrero del año 2012. Desperté y el cielo tenía un color diferente; un color de esperanza. El aire que respiraba olía distinto. Era como estar en otra realidad. Por primera vez en 17 años no sentía resaca. Mi semblante era distinto y me sentía sano; estaba recuperado.
Sentí internamente que algo había cambiado; estaba curado de mis adicciones. Desde ese día no volví a consumir una gota de alcohol o droga. Todo renació y tomó sentido. La vida misma tomó sentido. Tuve que reaprender a vivir eso sí. Entendí mi propósito; instruir a las generaciones venideras de músicos jóvenes de lo que mi madre me trató de enseñar en mi adolescencia y desafortunadamente lo aprendí a la mala, el talento y el arte no tienen nada qué ver con una vida de excesos.
Este 18 de febrero pasado, es un buen día para celebrar 13 años de sobriedad absoluta.
¿Quién es Iván Acevedo?
Es un compositor con una larga carrera músico teatral como instrumentista e intérprete; se ha desempeñado como docente en ramas de la lingüística y en o musical.
Estudió Ciencias de la Comunicación y fue alumno de Octavio Trías quien lo incursionó en la ANDA y lo motivó a formar parte de grupos teatrales con varias puestas en escena como Rent, Jesucristo Súperestrella y Que Plantón.
Incursionó en la música desde temprana edad en la orquesta de su padre donde adquirió su instrucción musical para después formar diversas agrupaciones que tuvieron trascendencia en Ciudad Juárez con producciones discográficas como Anarkía, teloneros de bandas del movimiento de rock nacional como Café Tacuba, Kerigma, Ansia, La Castañeda y Guillotina.
Lanza su primer álbum como solista y trabaja con músicos de talla internacional como Roberto Serrano Cruz (percusionista Luis Miguel) y Leodegario Muñiz Herrera (de la Orquesta de Pérez Prado).
En su haber ha participado en giras de Telehit donde tuvo la oportunidad de actuar al lado Erik Rubín, Víctimas del Doctor Cerebro y con Plastilina Mosh; asi como en el Tributo al Divo de Juárez. También participó como músico de sesión de estudio para las bandas Bajo Cero, Julissa, Atrofia y Misterio.
Iván Acevedo está al frente de Juan Valdez Big Band, fundada por Aníbal Acevedo y Pablo Cervantes Pascualli rescatando así una esencia fronteriza que gusta al mercado y al corazón de los juarenses y, actualmente en estudio trabaja un material inédito.