Dijo una vez Joaquín Cosío: “Después de El Infierno, la línea entre la actuación y la realidad se borró. Estaba en un bar de Zacatecas cuando se me acercaron dos tipos. Serios, callados. Uno me miró y soltó: ‘Nosotros somos los de a de veras’. No hubo amenazas, pero tampoco hacía falta. Esa mirada no era de fans. Me levanté con el corazón apretado y les dije a mis amigos: ‘Vámonos de aquí ya’. Otro día, en Ciudad Juárez, un hombre bien vestido se me acercó mientras cenaba. Me saludó como si me conociera de toda la vida, pero su apretón de manos duró más de lo normal. Regresaba a mi mesa una y otra vez, con una sonrisa inquietante. Antes de irse, se inclinó y me dijo: ‘Cuídate cuando cruces la puerta’. Esa noche entendí lo frágil que es la línea entre los personajes que uno interpreta… y la vida real.”