Por Horacio Nájera
Cuanta sabiduría tuvo José Alfredo Jiménez cuando escribió: “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.” Lástima que los Charros de Jalisco no siguieron en la Serie del Caribe de Mexicali el consejo del gran cantautor Guanajuatense.
Como aficionado al beisbol he seguido la Serie del Caribe desde los tiempos de Héctor “El Superman de Chihuahua” Espino, Benjamín “Cananea” Reyes y muchos figurones más. En aquellos ayeres, recuerdo que de cuando en cuando, y ya muy noche, un pequeño radio AM me permitía escuchar las narraciones de la liga del pacífico y algunos partidos del torneo internacional.
A través de la revista “Super Hit”, crónicas y columnas especializadas frecuentemente cuestionaban el desempeño de los equipos mexicanos en la Serie del Caribe. En no pocas ocasiones se ventiló la poca seriedad que los peloteros le daban a la competencia, en especial cuando la sede era en algún país caribeño, donde el ron, la fiesta y las frondosas caderas mulatas ponchaban más bateadores que la recta de 95 millas.
La Serie del Caribe inició en 1949, y aunque México fue admitido en la serie hasta 1971, su primer campeonato lo ganó con los Naranjeros de Hermosillo hasta 1976. De allí, los representativos mexicanos han ganado en 1986, 1996, después en 2002 y 2005; luego vino el periodo más fructífero cuando los títulos de 2011, 2013, 2014 y 2016 se trajeron a la costa del pacífico.
Con la globalización del deporte profesional, la región caribe ha explotado la capacidad innata de sus peloteros en las grandes ligas. En el 2022, jugadores de la República Dominicana representaban el segundo país con más elementos en la gran carpa con 171 contra 1057 de los Estados Unidos. Venezuela, Cuba, Puerto Rico y México ocuparon del tercer al sexto lugar en generación de talento.
Esta explosión de peloteros ha contagiado a la liga invernal, que en México desde hace algunas temporadas se enriqueció con la inclusión de los Sultanes de Monterrey y los Charros de Jalisco, actuales monarcas de la pelota en la costa.
En el arranque de la Serie del Caribe en Mexicali, los Charros de Benjamín Gil extendieron el gran momento que los llevó a eliminar a los Tomateros de Culiacán. Con paso invicto, el equipo mexicano llegó a la gran final con la mesa puesta para lograr la hazaña de campeonar en casa y sin derrota. Pero el beisbol es caprichoso y el impulso que los de Jalisco traían se les acabó en la segunda entrada de la semifinal cuando anotaron las dos últimas carreras en el torneo.
Desde allí, los bateadores Charros callaron, y de sus manos sin fuerza cayó la copa.
A nivel internacional, el beisbol mexicano se ha destacado en fechas recientes por dar la pelea, pero aún le sigue faltando ese último centavo para el peso de la victoria. Se sigue, como escribió José Alfredo: “sin trono, ni reina”.
DE REBOTE
Se viene el clásico regio femenil en condiciones anormales para Tigres y Rayadas. Las amazonas están en la parte baja de la clasificación a liguilla y las bicampeonas vienen de perder de manera sorprendente con el América.
De entrada, la ventaja se ve amplia para las rayadas por el manejo consolidado de su sistema de juego y el compromiso de sus jugadoras.
En Tigres, Jenni Hermoso no termina de hacer diferencia, Ana Dias sigue distanciada del gol, las lesiones siguen y la idea del entrenador Pedro Martínez no termina de cuajar.
A la mitad del torneo, las amazonas la tienen cuesta arriba por la urgente necesidad de colocarse al menos entre las cuatro primeras de la tabla para asegurar la vuelta en casa en los playoffs. Si le ganan a rayadas se podría colocar hasta en cuarto lugar por diferencia de goles si Juárez pierde -cosa que se ve difícil- a Mazatlán. Hasta en eso la traen volteada.