Por Horacio Nájera
Odiar es un verbo muy fuerte. No forma parte de mi vocabulario, lo aplico en muy contadas ocasiones, y el futbol no es una de ellas.
Anoche, el América, ese que acuñó el slogan “odiame más” como parte de su estrategia de mercado, dio nuevos motivos para que el resto de los equipos de la liga y sus aficiones aumenten su animadversión hacia el equipo más grande de México.
La hazaña del América está muy lejos de ser motivo para el odio. Al contrario. Lograr en tricampeonato después de una temporada en la que se clasificó gracias al bodrio llamado “play-in” no es poca cosa.
Independientemente de las teorías de la conspiración sobre el favoritismo del arbitraje (muchas veces bastante creíbles) que acompañan a las águilas en las liguillas, el equipo jugó con contundencia, con orden y con mentalidad ganadora.
Esas tras características jamás deben de ser motivo de odio. Mas bien, hay que aplaudirlas y exigir al resto de los equipos que las imiten de forma permanente. El tricampeonato del América exhibe también la mediocridad de muchos clubes que se conforman con mantenerse fuera de la multa por quedar en fondo de la tabla, y además marca la diferencia con los pocos clubes ricos, Tigres y Monterrey incluidos, que gastan y gastan para quedarse siempre en la orilla.
El siguiente golpe de autoridad del América debe de ser internacional. Si no logra destacar fuera de la liga MX, la etiqueta bananera los perseguirá, con todo y sus 16 copas y el tricampeonato.
El futbol es de momentos, y este es el momento del América. De los clubes regios en particular dependerá que tanto se prolongue ese momentum deportivo. Fuera de ellos, no se ve como Toluca, Cruz Azul o las Chivas puedan destronar a los de Coapa.
En el lado de los felinos, mucho habrá que trabajar, porque desde el manejo bizarro que está haciendo la directiva, los bandazos en la dirección técnica, la inconsistencia de varios refuerzos y la inminente partida de las leyendas, el riesgo de que Tigres se regrese al grupo de los mediocres es latente.
Al América hay que aplaudirlo, no odiarlo.