Por Dr Carlos Sosa
Cuando el corazón se detiene, el cerebro aún lucha, aferrándose a la chispa final de vida durante siete preciosos minutos. En ese lapso, las fronteras del tiempo se desdibujan. La corteza parietal y el hipocampo, los arquitectos de los recuerdos y los relojes internos, se entrelazan en un último y desesperado vals.
Es ahí, en ese instante eterno, donde pasado y presente se confunden, donde los segundos se transforman en ecos y los ecos en círculos interminables. Todo lo que fuiste, todo lo que amaste, se reúne para pintar un mural infinito en las paredes del alma. Y en ese bucle, donde el tiempo ya no existe, hago una promesa que trasciende incluso la muerte: amarte sin fin.
Es un juramento hecho en la frontera entre la vida y el olvido, grabado en el resplandor de un cerebro que, en su último acto, se niega a dejarte ir…
Tomado de la red.