No puedo dejar de ver lo que pasa en Nuevo León aunque quisiera. Ya algunos medios lo mencionan: El Bronco no sale mucho, habla menos y se esconde más. Y claro, motivos hay, pasó de más de un millón de votos en la elección a gobernador a obtener en la presidencial un tercio de lo obtenido hace dos años.
Evidentemente esto no sería problema si las cosas marcharan bien en Nuevo León, pero las cosas no son así. Por un lado se tiene una creciente ola de inseguridad en el estado, que, claro está, va de la mano de la responsabilidad de los alcaldes.
Pero lo que sí vemos es el alto costo que los neoleoneses pagamos por el chiste e irresponsabilidad de que Jaime Rodríguez Calderón jugara a su capricho presidencial. Ante ello, el balance es el siguiente:
a) Desvío de recursos humanos y económicos del estado.
b) Baja calidad de atención estatal y, por tanto, más inseguridad: el semáforo del delito no miente: cuatro rojos, tres amarillos y sólo robo a vehículos en verde.
c) Pérdida de liderazgo del gobernador; ya arriba mostré resultado de esta elección.
d) Decepción, pero sobre todo falta de respeto a la autoridad.
e) Menores recursos para obra en el estado.
Considero fundamental que la ciudadanía no debe dejar de ejercer la presión necesaria para que el gobernador haga lo que tiene que hacer, y sobre todo, cuando menos a lo que se comprometió.
Lo anterior lo menciono por dos motivos muy graves que tenemos frente a nosotros:
1) Jaime Rodríguez ya no tiene nada que perder y, ante esto, se puede dedicar a no hacer nada; crecerse y desfalcar sin problema alguno las arcas estatales.
2) Su desgaste y/o presión pueden llegar a tal grado, que abandone más el estado y las cosas empeoren para todos los que aquí vivimos.
Espero de todo corazón que mis palabras aquí vertidas sean y se puedan desmentir por el propio gobernador, lo más pronto que tarde por el bien de todos.