Por H.C. Esquivel
Hace dos años, las redes sociales se inundaron de los colores amarillo y azul, (el amarillo los campos de trigo y encima el cielo azul), lo mismo en perfiles de WhatsApp, de Twitter y Facebook.
Millones de personas en el mundo se solidarizaban así con “la causa ucraniana” de la “brutal y no provocada” invasión de los rusos a su país, sin embargo la gran mayoría de las personas desconocían y desconocen aún los antecedentes de un conflicto donde se mezclan los nacionalismos, el sentimiento antiruso, el belicismo y los intereses económicos de las potencias que se juegan en esa región del mundo un episodio de una guerra aún más grande.
Visto bajo cierta óptica, el pueblo ucraniano es víctima de un juego de poder que los llevó a un conflicto armado sin futuro contra una potencia bélica con armamento nuclear dispuesta a incendiar el mundo antes que perder.
Tras dos años de conflicto, Ucrania es un país devastado que perdió a millones de ciudadanos en una huída hacia otros países.
Debido al conflicto, Ucrania perdió hasta ahora, una quinta parte de su territorio, incluída la población rusoparlante. Con su economía fracturada, no tiene capacidad de pagar siquiera los sueldos de su burocracia sin el apoyo de la Unión Europea y Estados Unidos. Su ejército está disminuido, tanto en equipo como en personal y ante la voracidad del atacante, podría incluso perder la región de Odesa y con ello su salida al Mar Negro, punto vital para la salida de granos, uno de los principales motores de la economía ucraniana.
Además de ello, una Ucrania debilitada podría dar paso a una “canibalización” por parte de sus vecinas Polonia que reclama regiones ucranianas, y Hungría, que busca recuperar la Trascarpatia, donde hay ciudadanos que tienen idioma y cultura húngara.
¿Cómo llegó Ucrania a esta condición?
Como una de las repúblicas de la menguante Unión Soviética, en enero de 1991 Crimea organizó un referéndum para independizarse, y en agosto siguiente, Ucrania hizo lo mismo. En 1995 el Ejército de Ucrania tomó por la fuerza a Crimea, derogó su constitución y la anexó a su territorio. El movimiento incomodó a Rusia, pero no provocó ninguna acción, debido a que se respetó el arrendamiento a 100 años del puerto de Sebastopol, la base de su Flota del Mar Negro, y el único puerto de aguas calientes para la entonces disminuida Federación Rusa.
Los países occidentales favorecieron e impulsaron el crecimiento de grupos nacionalistas y ultra nacionalistas en el oeste de Ucrania que exacerbaban el sentimiento antiruso, lo que llevó en 2012 al Presidente pro europeo, Viktor Yanukóvich, a promulgar una ley que, en los hechos prohibía el idioma ruso e imponía multas a quien no hablara ucraniano.
En un país donde la mayoría habla ruso, el caldo del conflicto estaba preparado; se desataron protestas en las regiones de Donetsk, Lugansk, Mariupol y Odesa.
La Unión Europea estaba a punto de firmar un acuerdo de adhesión con Ucrania, pero Yanukóvich notó que era contraproducente, porque toda su economía e industria estaban engranadas con la Federación Rusa. Al retroceder en el acuerdo, los grupos ultranacionalistas llamaron a manifestaciones en la plaza principal de Kiev, llamada Maidán a finales del 2013.
Victoria Nuland, la Secretaria de Estado de Estados Unidos para Asuntos de Europa, considerada una “lobista” de la industria armamentista, repartía panecillos a los manifestantes.
Las manifestaciones tornaron en violentas, grupos paramilitares armados dispararon a la población y ante el escenario, Yanukóvich dimitió.
Tras un gobierno interino, el Presidente Petro Poroshenko empeoró la ley de idiomas y las protestas en Donetsk y Lugansk, la llamada Región del Dombás, fueron aplastadas con acciones militares que provocaron muertos y heridos, lo que empujó a que en 2014 esas repúblicas llamaran a un referéndum donde la gran mayoría votó a favor de declararse autónomas.
Las repúblicas pidieron el reconocimiento de Rusia, pero Putin dijo “no”, mientras que los ejércitos ultranacionalistas ucranianos atacaban con armas de la OTAN a las milicias separatistas.
Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, ha reconocido en distintas ocasiones el apoyo a Ucrania desde el 2014, a donde dirigieron no solo armamento ligero, sino equipo blindado, misiles, defensa aérea, inteligencia, drones, acceso a satélites, entrenamiento militar y asesoría de los altos mandos.
Incluso, una reciente investigación del NYT reveló que a raíz del golpe de estado en Ucrania, la CIA de Estados Unidos construyó 12 bases de inteligencia para espiar a Rusia desde su frontera y dirigir las operaciones militares de Ucrania.
La llegada de un gobierno antiruso a Ucrania provocó también un nuevo referéndum en Crimea, que en 2014 decidió por más de un 98 por ciento anexionarse a Rusia, y debido a lo estratégico de su puerto de Sebastopol, Rusia se la anexionó.
Putin intentó frenar la guerra contra la población rusa en el Dombás, y junto con Francia, Alemania y Bielorrusia firmaron en febrero de 2015 los Acuerdos de Minsk, y aunque el texto para buscar la paz llegó hasta el Consejo General de la ONU, no hubo país que lo hiciera cumplir y hasta el 2022 más de 40 mil “separatistas”, entre milicias y población civil habían muerto.
Las declaraciones de la ex Canciller alemana, Angela Merrkel, de que los Acuerdos de Minsk fueron una treta para engañar a Putin mientras Estados Unidos y la OTAN fortalecían al ejército Ucraniano indican que este conflicto estaba planeado.
El Presidente Volodimir Zelenski, un actor famoso que llegó al Gobierno ucraniano con la promesa de pacificar el Dombás, pero intensificó la guerra, emitió en marzo de 2021 un decreto para recuperar Crimea y movilizó sus tropas hacia las fronteras.
La máxima línea roja de Rusia es que Ucrania se una a la OTAN porque no quiere tener los misiles nucleares de Estados Unidos apuntándole desde su frontera, sin embargo, Zelenski insistió en unirse a la alianza atlántica y llamó a Estados Unidos a instalar armas nucleares para defender a occidente de la amenaza Rusa.
La amenaza se materializó el 24 de febrero de 2022, cuando más de 300 mil soldados cruzaron las fronteras y comenzaron una sangrienta y despiadada guerra civil entre pueblos hermanos que fueron enemistados y que habría cobrado dos años después, la vida de más de 800 mil personas.