Epicteto nació en la esclavitud, encadenado y sin derechos. Su amo podía, humillarlo e incluso romperle el cuerpo… pero nunca su mente. Mientras otros se quejaban de la dureza del mundo, él se entrenaba cada día para resistirlo con calma.
No esperaba un camino fácil: aprendió que las tormentas no se evitan, se atraviesan. Para él, la verdadera paz no era que todo saliera bien, sino la fuerza interior para mantenerse firme cuando todo salía mal.
Ese es el poder del estoicismo: no prometerte una vida sin obstáculos, sino convertirte en alguien que ningún obstáculo puede destruir.
No se trata de que el mundo sea más fácil… se trata de que tú seas más fuerte.