El desembarque de la estatua de la libertad

En 1885, el puerto de Nueva York recibió una de las cargas más extraordinarias de su historia: 214 cajas de madera que, en su interior, guardaban más de 350 piezas de cobre y hierro. No se trataba de mercancía cualquiera, sino de un regalo de Francia que debía ensamblarse como un gigantesco rompecabezas: la Estatua de la Libertad. Cada caja venía numerada y acompañada de planos de montaje diseñados por Gustave Eiffel, para que al otro lado del Atlántico los obreros pudieran levantar la estructura con precisión milimétrica.

El viaje empezó en el puerto de Rouen, continuó en Le Havre y cruzó el océano a bordo de la fragata francesa Isère, que soportó tormentas y 27 días de travesía. Cuando el buque entró a la bahía de Nueva York el 17 de junio de 1885, miles de personas se agolparon en los muelles para presenciar la llegada de aquel colosal envío, un hito de ingeniería y comercio exterior en plena era de la navegación a vapor.

Una vez descargadas, las piezas se trasladaron a Bedloe’s Island (hoy Liberty Island), donde durante cuatro meses equipos de ingenieros y obreros unieron la intrincada armazón metálica con las láminas de cobre que darían forma a la famosa silueta. La inauguración se celebró el 28 de octubre de 1886, tras una operación logística que marcó un antes y un después en el transporte marítimo de grandes estructuras.

Este envío demostró que el comercio y la logística del siglo XIX ya tenían capacidad para mover, con precisión y a escala global, uno de los monumentos más emblemáticos del planeta.

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