Rodolfo Fierro nació el 27 de enero de 1885 en Mochicahui, Sinaloa. Fue uno de los lugartenientes más temidos de Pancho Villa, conocido como «el carnicero de la División del Norte». Tenía un pasado como ferrocarrilero, pistolero, y agente federal, pero fue en la Revolución donde su nombre se volvió leyenda… y advertencia.
Se unió a las fuerzas de Villa en 1913 y rápidamente se convirtió en su hombre de confianza para misiones sucias: ej3cuci0nes, espionaje, t0rtur@ y disciplina interna. Fierro era el brazo que Villa usaba cuando la ley estorbaba.
Tenía fama de ser frío, brutal e implacable. Se dice que lanzaba a los desertores bajo las ruedas del tren, y que le quitó la vida a un general por orden de Villa abriendo fuego sin parpadear. En una ocasión, para resolver una disputa sobre si un hombre fallecía más rápido de un t¡r0 en el cor@zón o en la c@b3za, hizo el experimento con dos prisioneros.
Pero también era leal, estratega y efectivo. Organizó fusil@m¡ent0s masivos con precisión matemática y mantuvo el orden en una tropa donde el caos era moneda corriente.
El 13 de octubre de 1915, Fierro mur¡ó ahogado en un pantano mientras intentaba cruzar a caballo una zona lodosa en Ciudad Jiménez, Chihuahua. El terreno se lo tragó sin disparo alguno. Tenía apenas 30 años.
Para muchos, fue un castigo divino. Para otros, el fin brutal de un hombre brutal. Su tumba no tiene lápida. Su historia fue ocultada por los gobiernos posteriores. Pero su figura —cruda, sin ley, sin remordimiento— sigue apareciendo cada vez que alguien pregunta:
“¿Quién hacía el trabajo sucio de la Revolución?”