La metáfora de la justicia restaurada, según la Odisea

Tras veinte años de ausencia —diez en la guerra de Troya y diez vagando por los mares— Odiseo finalmente regresó a Ítaca. Pero su hogar ya no era el mismo: su palacio estaba ocupado por más de cien pretendientes que devoraban su riqueza y cortejaban descaradamente a su esposa, Penélope, creyéndolo muerto.

Disfrazado de mendigo, Odiseo observó la corrupción que se había instalado en su hogar. Con la ayuda de su hijo Telémaco, de su fiel porquero Eumeo, y de su viejo vaquero Filetio, planeó su venganza.

En el gran salón, durante un concurso para tensar su viejo arco (un arma que solo él podía manejar), Odiseo reveló su identidad. Desde ese momento, el banquete se convirtió en un baño de sangre.
Uno a uno, los pretendientes cayeron bajo sus flechas y su lanza, atrapados sin salida, pues todas las puertas habían sido cerradas.

El último en morir fue Antínoo, el más arrogante y despreciable de los pretendientes, quien recibió una flecha en el cuello mientras bebía. Los demás intentaron negociar, pero no hubo piedad.

Fuentes clásicas:

Homero, Odisea, cantos XXI y XXII
Apollodoro, Biblioteca mitológica, Libro E.7
Pausanias, Descripción de Grecia, Libro 10

Símbolo: Este enfrentamiento representa el regreso del orden, la justicia restaurada a la fuerza cuando la corrupción ha invadido el mundo civilizado.

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