«No fui el más inteligente, ni el más rico… pero fui el único que no soltó el volante cuando el camino se volvió imposible.»
Mi nombre es Kiichiro Toyoda, y aunque mi apellido hoy aparece en millones de vehículos alrededor del mundo, mi historia comenzó entre máquinas de coser y telares. Mi padre fundó una empresa textil, pero yo… yo soñaba con otro tipo de engranajes. Desde joven, tuve que enfrentar el peso de su legado y la presión de seguir su camino. Pero dentro de mí, el motor ya había arrancado.
Cuando decidí crear un automóvil japonés, todos dijeron que estaba loco. Japón importaba casi todo, y competir contra marcas americanas parecía un suicidio económico. Usé el dinero de la empresa familiar para fundar lo que sería Toyota Motor Corporation. Y por eso… muchos me odiaron. Me acusaron de traidor por arriesgar la fortuna de mi padre. Pero seguí, incluso cuando una guerra nos dejó sin recursos y una bomba destruyó parte de la planta.
Perdimos trabajadores, amigos, sueños. Pero no nos rendimos. Mi equipo dormía en el piso de la fábrica, compartiendo arroz y esperanza. No había pintura para los autos, así que usábamos lo que encontrábamos. Y aun así… creamos. Creamos con hambre, con miedo, pero también con una fe inquebrantable. Años después, Toyota se convirtió en símbolo de durabilidad, humildad y avance. Pero te juro que cada rueda que gira, lleva cicatrices invisibles.
«Toyota no nació en una oficina… nació en el corazón de una fábrica destruida, sostenido por manos que se negaron a detenerse.»
“Cuando todo parece detenido… a veces basta con encender tu motor interno y seguir avanzando, aunque nadie crea que llegarás.” 🔋🚀
– Kiichiro Toyoda
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