Aquella Región Lagunera de los 90

David Vásquez Soto

La laguna tiene dinero La laguna tiene algodón Jorge del Moral

-Norm Van Brocklin…!!!

-Correcto, puede pasar por su premio a las oficinas de este canal 9, el martes 23 de septiembre de 1998 en un horario de 9 a 2 de la tarde…dijo la voz del otro lado del teléfono…

Aquel septiembre de 1998, caluroso como todos los septiembres en la Región Lagunera, donde el sol caía a plomo sobre todas las cosas, humanos y animales se refugiaban en alguna raquítica sombra para mitigar los embates de la radiación solar y las plantas impávidas, solamente ponían en funcionamiento sus estrategias de sobrevivencia para no deshidratarse.

La turbulencia política, al igual que los ventarrones, llamados tolvaneras, estaba presente en la región, la Presidencia Municipal de Torreón por primera vez estaba en posesión de un partido diferente al otrora invencible partido oficial, adelantándose a los sucesos del nuevo milenio en el que la gente vería esperanzada como un grandulón disfrazado de ranchero “sacaba a patadas al PRI de los Pinos” según prometería en su campaña electoral salpicada de dichos jocosos que la raza de bronce celebraba con risas, como aquellos de las víboras prietas y tepocatas.

La sala de espera lucía repleta de almas, los niños impacientes, difícilmente se mantenían sentados en sus lugares, para ellos la espera desespera, mientras que sus padres se esforzaban por mantenerlos en orden, quizás nunca antes habían estado en ese lugar y trataban de mantenerse inmóviles y en silencio.

Poco faltaba para que México fuera testigo del vergonzoso capítulo negro conocido como “El Pemex Gate”, cuyo protagonista principal ocupaba en ese tiempo la codiciada silla de Palacio Rosa en Saltillo, capital del Estado de Coahuila, desdeñada por la agraviada gente de la Región Lagunera que no reconocía el liderazgo de los políticos del centro del Estado, por lo que pugnaban por la creación de una nueva Entidad Federativa.

El Coahuila del Apóstol de la Democracia, el Coahuila del Varón de Cuatrociénegas, protagonistas de la historia de México.

-¿Cómo está usted? …Que gusto saludarlo…!!!

Le dijo en la banqueta el Dr. Manuel Terán Lira como si lo conociera desde siempre, con la viva mirada detrás de sus lentes, su grueso bigote pintando canas, y su marcado acento lagunero mientras le ofrecía un caluroso abrazo…el Dr. Terán del Museo de la Revolución en la casa Colorada, situada en la margen derecha del Bendito Padre Nazas, en la entrada de Torreón vecino de las hijas del General Maclovio Herrera que un día inmortalizó la brillante pluma del periodista Javier Kuramura, lugar donde inició todo en el siglo de los años 1800, donde empezó la historia de esta próspera región.

Cuando el conductor de deportes de la televisión local apareció en la sala de espera, venía acompañado de un joven espigado, de buena estatura, sonrisa fácil y mirada amable, cuya fama alcanzaría peldaños mundiales con el paso de lo años; los niños y sus acompañantes como impulsados por un resorte se abalanzaron sobre él, buscando la fotografía o un autógrafo, con dificultad, sin hacer muy evidente el desaire se abrieron paso hasta la puerta de salida, donde el deportista abordó su camioneta y se perdió entre las calles del bordo del Río Nazas…

Ese joven que daría alegrías y satisfacciones a la afición lagunera que se daba cita en las soleadas tardes de los domingos en el viejo e incómodo estadio de Futbol situado al Oriente de la Ciudad por los rumbos de la Adelita, colindante con el moderno Aeropuerto Internacional Francisco Sarabia, hijo pródigo de la Ciudad Jardín.

El Casino de la Laguna, frente a la Plaza de armas, la plaza de Don Andrés Eppen, lucía orgulloso aquel mítico cañonazo que le propinara el general Felipe Ángeles desde el lecho del Río, como preámbulo a la toma de la ciudad por la fuerzas Villistas, en el lejano y polvoriento Marzo de 1914; las aguas del padre Nazas, habían hecho su trabajo al irrigar los surcos limosos de los algodonales y las verdes melgas de los alfalfares que servían de alimento a los ejércitos de rumiantes lecheros en los establos, y ahora se resguardaban a 200 kilómetros de distancia al poniente de la Región detrás de la cortina de la presa que lleva el nombre del Tata, en la sierra de Indé, a la espera del siguiente Marzo; la cosecha del oro blanco, el que diera identidad a la región lucía prometedora, cotizando muy bien en la Bolsa de Valores de Nueva York.

En las tardes, antes del ocaso, por la sierra del Sarnoso y el cañón de calabazas, todavía se escuchaban los ecos del levantamiento zapatista, la caída de un arzobispo en Guadalajara, el asesinato del candidato que dijo ver un México con hambre y sed de Justicia.

Los heraldos de medianoche, los que casi nadie puede ver, como aves agoreras, anunciarían que dos años después las pasiones políticas se desbordarían igual que las impetuosas aguas del Nazas en los veranos de 1968 y 1991, reclamando lo que por naturaleza les pertenece.

El Quinto sol seguía brillando en el firmamento.

©DAVID VÁSQUEZ SOTO
TORREÓN, COAHUILA
ABRIL DE 2025.

David Vásquez Soto
Colaborador de ID Noticias. Originario de Nicolás Bravo, Canatlán, Durango. Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma de Chapingo. Maestro y Doctor en Ciencias Agrícolas por el Programa Hidrociencias del Colegio de Postgraduados. Ha publicado los libros “Chapingo de mis Amores”, “Recuerdos de Canatlán” y “Nicolás Bravo de mis Amores”. También es bohemio de afición e integrante del grupo musical Los Andariegos Laguneros y se le puede ver deambulando en el desolado oriente de Torreón.

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