Ventana al Exterior

Por H.C. Esquivel

El cambio de fondo

Mientras los discursos belicistas se preparaban para la Conferencia de Seguridad de Munich a mediados de febrero, la sorpresa para el mundo llegó con la llamada entre Trump y Putin, tras la cual, sus equipos de trabajo, integrados por sus más altos ministros, se reunieron en Arabia Saudita en un primer encuentro, tras el cual acordaron retomar las relaciones diplomáticas.

El acercamiento EU-Rusia implicaba el delinear un camino hacia la paz en Ucrania, donde la superioridad militar patente en el campo de batalla inclinarían la balanza para que Rusia pusiera ante Estados Unidos y sin la participación del Gobierno ucraniano, todas las condiciones delineadas desde febrero de 2022 cuando inició la última etapa del conflicto armado; desmilitarizar al régimen “nazi” de Ucrania y evitar que ese país que ha servido de paso para todas las anteriores invasiones a territorio ruso, fuera una pieza más de la OTAN, donde se instalaran misiles a menos de cinco minutos de vuelo de Moscú.

Mientras en Munich los representantes de la Unión Europea, Alemania y Francia hablaban de más armas, más guerra y aplastar al ejército de Putin, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance les vació un helado balde de agua a cada uno, con un discurso donde les decía que el verdadero enemigo de Europa no está en el frente de batalla de Ucrania, sino dentro de los mismos países europeos, donde se limita la libertad de expresión y la libertad democrática.

El cambio llegó de golpe; el país enemigo de Estados Unidos desde su adopción del socialismo, antes de la segunda guerra mundial, el archienemigo que dividió al mundo en dos durante la guerra fría y que todavía hasta hace unos meses, bajo la administración de Biden acercó al mundo al desastre nuclear, ahora, tan solo con el cambio de régimen en la Casa Blanca, dejaba de ser un enemigo para iniciar un proceso de acercamiento.

Se trataba de un cambio “intolerable” para los primeros ministros de Polonia, Reino Unido, Francia, Alemania y la misma presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, quienes en los últimos años, muchos antes del 2022 que estalló el conflicto, habían aportado miles de millones de euros en equipamiento militar, entrenamiento y discursos en contra del gran enemigo: la Rusia de Vladimir Putin.

Pero, los lectores de este espacio de reflexión saben que en la misma Conferencia de Seguridad de Munich de 2007, un joven Putin, como Presidente de Rusia, pidió que se debía detener la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, iniciada en la presidencia de Bill Clinton. Sus palabras y las de reconocidos analistas estadounidenses, como John Mearsheimer, el creador del Realismo Ofensivo en las Relaciones Internacionales, quien dijo que meter a la OTAN a países como Ucrania y Georgia solo traería la guerra, fueron desoídas.

Por el contrario, los países de la OTAN, incluidos las administraciones de Obama y Trump Primero, armaron y agrandaron al ejército ucraniano y lo prepararon para una guerra que, bajo la cara de un conflicto armado, buscaba empobrecer a Rusia de la mano de miles de sanciones económicas. En el plan buscaban que un pueblo hastiado de la crisis y la guerra buscara un cambio de régimen, pero la jugada no salió.

Ahora con una guerra perdida en Ucrania, una Rusia como ganadora, una Unión Europea empobrecida y en vías de recesión económica, el Presidente del país más endeudado del mundo, Donald Trump, busca recoger algunas ganancias, en lo económico y en lo político, del desastre que llegará en cualquier momento, la caída del ejército Ucraniano.

En este escenario es donde llegó el plan de Trump de forzar a Volodimir Zelenski, el presidente cuyo mandato constitucional expiró en mayo de 2024, a cederle la explotación de sus yacimientos mineros, un contrato leonino a perpetuidad para darle al gobierno ucraniano la mitad de los beneficios económicos, donde obviamente, la administración de la explotación, venta y destino de las materias, estarían bajo tutela del Tío Sam.

Pero el contrato no se ha firmado; la caótica rueda de prensa en la Sala Oval de la Casa Blanca, donde Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance le echaron montón a un irreverente Volodimir Zelenski, quien desató el infierno mediático al lanzarle a Vance la pregunta ¿de qué diplomacia estás hablando?

Si se me permite, mi teoría personal es que algún “manejador” en las sombras, (quizá el Gobierno del Reino Unido, eterno enemigo de Rusia y con intereses también en las tierras raras de Ucrania), quiso conocer el último plan de Estados Unidos para con la minería y puertos ucranianos y, conociendo los “botones” de un egocéntrico Trump, dinamitó con el actor Zelenski el acuerdo al llevar a la Casa Oval los reclamos de acuerdos de paz que no estaban en el documento a firmar, y que la lógica nos dice, debieron haberse “planchado” en las reuniones previas.

Pero, el cambio de fondo llegó, un Estados Unidos que busca un acercamiento con Rusia y envía, en los hechos, a la OTAN a la sala de terapia intensiva.

Dentro de la doctrina estadounidense para el dominio mundial, de mantener alejados a Rusia y China, el último movimiento similar ocurrió en 1972, cuando Richard Nixon, con ideas de Henry Kissinger, se reunió con Mao Zedong y pactó un acercamiento con el Gobierno Chino.

Errores de la administración Obama propiciaron el acercamiento de Rusia y China, el cual se fortaleció con la guerra de Ucrania. El acercamiento Trump-Putin podría tener la intención de ganar un aliado en la guerra económica y ¿bélica?, que EU tiene en su panorama frente al dragón.​

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