Por David Vásquez Soto
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Faltaban once días para la primavera de 1972, el ambiente estaba enrarecido, los ecos de los gritos de sorpresa y dolor de los jóvenes mártires del pasado Jueves de Corpus llegaban a cada rincón del país y del mundo, parecían venir de la vieja calzada de Tacuba, por donde también parecían flotar los cadáveres de los aztecas, aquellos que lucharon contra los hombres barbados montados a caballo que parecían un solo ser, fundidos con las bestias, cuya llegada fue predicha por los hechiceros más viejos de las siete cuevas.
Aquel viernes de marzo, aunque todo era fiesta en Cuautitlán, Estado de México, al norte de la capital azteca, algo raro flotaba en el ambiente, pero no todos lo percibían, un viejo indigente que se cubría con un raído y sucio sarape dijo:
-Cuando lo vean lo reconocerán, lleva dos espadas cruzadas sobre la espalda…él es el mensajero…fue compañero de los cuatro jinetes del apocalipsis…cuando lo vean lo reconocerán!!!
Las familias apartaban a sus niños y preferían mostrarles la gran carpa del Circo Bills Miller, que esa tarde hará su debut ante miles de espectadores…las llamativas luces de colores, la alegre música, los payasos, magos, trapecistas y bastoneras daban el toque festivo al momento.
-Allá viene, allá viene, dijo un niño levantado la mano y señalando al sur.
Un día en el bolsón de Mapimí, en lo que después se llamó la Zona del Silencio, decidió vencer al virus que empezaba a invadir su sistema nervioso central, la terrible poliomielitis, esa enfermedad que a fines de los años 40 azotaba poblaciones enteras.
Frente a la cámaras de Televisión, podía hacer 8,350 abdominales en casi 5 horas, jalaba motocicletas y carros del tren con los dientes, cargaba un automóvil repleto de personas, escapaba de baúles incendiados, donde previamente había sido encerrado y amarrado con gruesas cadenas y robustos candados…pero de la traición del hombre, esa vez no pudo escapar.
Cuando iba en caída libre, le pareció ver los campos cercanos al lago de Texcoco, y escuchar los agitados y sincronizados gritos de los jóvenes que entrenaban artes marciales siguiendo el famoso Vuelo sin escalas, la técnica que estaba revolucionando al mundo; en las márgenes del lago, como fantasmas se veían las tribus reunidas en sus ceremonias ancestrales, con el cuerpo semidesnudo, apenas cubierto con escasas pieles y pintado de rojo, la sangre que ofrendaban a sus dioses, auxiliados con yerbas alucinógenas luchaban contra los demonios del más allá.
-Allá bien. Allá viene, dijeron muchos…
Como si fuera un mosco gigante, girando sus enormes aspas, el helicóptero se aproximó a la multitud, Francisco Chapa estaba colgado de cabeza un cable, fuertemente atado de pies y manos por férreas cadenas…cuando estaba en el zenit la multitud no salía de su asombro, con ágiles movimientos y malabares se deshizo de las ataduras…la gente feliz aplaudía…cuando quiso deslizarse por el cable para bajar a saludar al púbico…el helicóptero empezó a ascender repentinamente y a girar de manera desordenada, como si hubiera perdido el control. Los jalones al cable, dados por Francisco que eran los códigos de comunicación previamente acordados con el piloto fueron ignorados, había sido puesto ahí por los emisarios del pasado, cumplía la orden dada en las más altas esferas…el quinto sol tímidamente se traba de esconder en el poniente, más allá de la región lacustre, por los rumbos del nevado de Toluca..
Cuando su cuerpo fue azotado contra las fuertes paredes de concreto armado de un edificio cercano, le pareció escuchar las aguas del bendito Río Nazas, que bajaban silenciosas desde la sierra de Durango a irrigar los fértiles valles de la Región Lagunera, donde una vez su tocayo, el apóstol de la Democracia, estableció variedades mejoradas de algodón…
Luego todo se oscureció, los mexicanos nos volvimos a ver en el espejo negro y humeante de Tezcatlipoca.
©DAVID VÁSQUEZ SOTO
CANATLÁN, DURANGO
MAYO DE 2024.
David Vásquez Soto
Colaborador de ID Noticias. Originario de Nicolás Bravo, Canatlán, Durango. Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma de Chapingo. Maestro y Doctor en Ciencias Agrícolas por el Programa Hidrociencias del Colegio de Postgraduados. Ha publicado los libros “Chapingo de mis Amores”, “Recuerdos de Canatlán” y “Nicolás Bravo de mis Amores”. También es bohemio de afición e integrante del grupo musical Los Andariegos Laguneros y se le puede ver deambulando en el desolado oriente de Torreón.