Somos de trigo, la leyenda

Por: Javier Meléndez Cardona

Javier Meléndez, activista y escritor

Una epidemia de varicela terminó con los últimos indios sumas que habitaban los parajes de Tsamalayucan.

Años antes, los sumas habían participado en la rebelión de Popé, líder en Tahos que, pretendió expulsar a los españoles desde Kansas hasta Durango y ya para entonces, también habían sacrificado al fraile y enterrado a la Misión de San Francisco de los Janos y Sumas, en las dunas.

Los cuatro manantiales que habían sido abrevaderos, en el paso de los nahualtecos y antes, centros ceremoniales de los Mogollón y los Anasazi, se habían quedado desolados.

De manera que, en las riberas de los ojos de agua y acequias, por donde escurría el agua, como lágrimas por tanto dolor, empezó a crecer el trigo.

El viento habría esparcido la semilla, de unos costales de grano que quedaron regados, en donde fuera el granero de la iglesia que destruyeron.

Ese año, las plantas de trigo alcanzaron más de dos metros de altura en un desierto que, ahora sí, estaba totalmente despoblado y no había quien trillara el cereal para levantar la cosecha.

En la región de Tsamalayucan, como así le llamaron los españoles por la dificultad de pronunciar Tsamalaxallican, ya todos habían perecido, indios y españoles.

De manera que, ese año, fue Dios quien cosechó el trigo de los manantiales, ahora conocidos como Ojo de Samalayuca, Ojo de la Casa, Ojo de En medio y Ojo de la Punta.

Con el trigo, Dios hizo la harina y con la harina hizo a un hombre al que llamó Sama y a una mujer, a la que llamó Yuca, para que poblaran de nueva cuenta este desierto.

Ahora en cada tortilla de harina o pan ranchero, santificamos a Dios que, perdonó nuestro pasado de barbarie y nos dio a los samalayuquenses, una nueva oportunidad para rehacer nuestra comunidad y sea un remanso de paz y el trabajo, sea un principio que guíe nuestras vidas.

Por eso, hoy en cada casa, se hacen exquisitas tortillas de harina y cuando se las ofrecen al visitante, le otorgan una parte de la magia de Samalayuca.

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