El meteorito fue vendido y llevado a los Estados Unidos, fue fragmentado y llevado a varios puntos para su análisis.
En el año 1866, un saqueador llamado Teodoro Alvarado realizó un descubrimiento en la Zona Arqueológica de Paquimé. Encontró un meteorito formado hace 290 millones de años, el cual ingresó a la atmósfera terrestre hace aproximadamente ocho siglos, entre 1200 y 1300, coincidiendo con la fundación de Paquimé.
El meteorito medía aproximadamente 97 x 74 x 46 centímetros antes de ser fragmentado y está compuesto principalmente de hierro (91.52%), níquel (7.7%) y cobalto (0.49%), con una morfología conocida como el patrón Widmanstätten.
Este hallazgo se produjo en el contexto arqueológico perfecto; imagina un antiguo templo en ruinas con una cámara secreta recién descubierta, en donde sobre un altar descansaba un colosal objeto metálico del espacio exterior, envuelto en telas y rodeado de momias. La llegada del meteorito a este sitio sagrado definitivamente fue interpretada como un mensaje divino; tal vez celebraron su caída como la muerte de un dios desconocido a quien dieron sepultura en su templo, o un dios que apenas nacía, al cual le construyeron una casa.
A Teodoro Alvarado todo esto no le importaba; solo sabía que se encontraba frente a un objeto sumamente valioso. Notificó al director de la Casa de Moneda en Chihuahua, Heinrich Müller, quien examinó el descubrimiento y reconoció que se trataba de un material excepcional proveniente del espacio. Intentó comprar el hallazgo a Alvarado para fundirlo; afortunadamente, nunca se efectuó esa transacción, dado que el meteorito continuó en su recinto hasta la segunda intervención francesa.
En el contexto del II Imperio Mexicano, este hallazgo no pasó desapercibido, puesto que la Comisión Científica Francesa se aventuró a extraer el objeto de las ruinas para transportarlo hasta la plaza principal del centro de Casas Grandes y estudiarlo. Sin embargo, tras la caída del incipiente imperio, el meteorito permaneció abandonado como un montículo extraño para los habitantes de Casas Grandes. Solo se realizó una publicación sobre sus características en los Archives de la Commission Scientifique du Mexique, Paris, III, 1867, donde se menciona «el meteorito de Casas Grandes de Malintzin». ¿Por qué Malintzin? Nadie lo sabe.
En 1873, el Sr. William M. Pierson, cónsul en El Paso, Texas, se interesó en comprarlo y escribió una carta al respecto al Departamento de Estado de los Estados Unidos, en la cual detalla los datos del meteorito. Esta carta fue publicada en 1874.
«Un grupo de mexicanos de la sierra excavó, de manera separada, las antiguas ruinas de Casas Grandes. El afortunado Teodoro Alvarado logró adentrarse y excavar en una gran sala, en medio de la cual se veía una especie de tumba. Su curiosidad lo llevó a utilizar una barra y así llegar a donde se hallaba la masa de hierro envuelta en un petate (manta tradicional en México hecha utilizando fibras naturales como ixtle o palma, comúnmente usadas en contextos ceremoniales). La manta se desintegró al momento de la profanación; un fuerte golpe de la barra produjo un ruido muy fuerte y hueco —según nos relata— muy parecido al de una campana de iglesia en un funeral.»
Finalmente, el meteorito fue vendido y llevado a los Estados Unidos. Dos años después, en 1876, el meteorito hizo su debut en la Feria Mundial de Filadelfia, celebrando el primer centenario de la independencia de Estados Unidos. En 1892, el arqueólogo estadounidense Adolph Bandelier señaló que lo más probable es que el meteorito fue hallado en otro lugar y llevado al sitio donde fue descubierto.
En 1904, Karl S. Lumholtz también da cuenta de ello en sus escritos; sin embargo, señala que fue llevado de Chihuahua a Alemania y que pesaba casi mil kilos. Posiblemente, su información no fuera una fuente primaria, pues difiere en cuanto al peso y destino final.
En 2018, el Museo Smithsonian y el gobierno de los Estados Unidos permitieron, bajo la petición de una comitiva del Museo de las Culturas del Norte, la repatriación de un fragmento de este meteorito por un periodo de 5 años renovable.
Pero surge una pregunta: ¿por qué los estadounidenses no regresan la totalidad del meteorito? El meteorito fue llevado a la Unión Americana legalmente; en eso no hay discusión. Pero ahora tiene su propia historia, que incluye al dueño anterior, ese cónsul de El Paso, Texas, que lo adquirió y posteriormente lo donó, incorporándolo como parte de la colección del Museo Smithsonian.
Luego fue fragmentado en 19 secciones que se encuentran en instituciones académicas como Harvard, para su estudio. Esta historia ahora también le corresponde al objeto. Tampoco se puede dejar de lado que el Museo de las Culturas del Norte no es precisamente lo que yo catalogaría como un recinto seguro para custodiar artículos invaluables.