Enrique Lomas
Sandra Ponce era en 1980 una niña de 4 años que soñó con vivir en una casa en forma de zapato… y lo logró.
Ahora Sandra tiene 24 años y entra a su vivienda por una puerta instalada entre las agujetas y la suela y disfruta del amanecer que se cuela a la altura del tacón de su zapato gigante.
Y lo que más sorprende es que este peculiar hogar saltó, literalmente, de las páginas de un cuento y fue concretado por un modesto plomero obsesionado por cumplir el anhelo de niñez de su hija.
Sentada en la cocina situada a la altura del empeine del botín, Sandra asoma a la lejana niña que observó la ilustración del cuento en el que se narra que la mamá ratona encontró refugio para su prole friolenta en el interior de un viejo zapato.
«Una ratona que no tenía en dónde meter a tanto ratoncito encontró un zapato en forma de un botín y ahí se instaló con sus hijos, y ahí empezó la historia de la casa del zapato.
«Me gustaba mucho el cuento y se me hacía curioso que tantos animalitos vivieran en un zapato, entonces dije, qué padre vivir en un zapato, tan simple y sin batallar», comentó sonriente Sandra.
La vivienda es más grande de lo que aparenta desde el exterior, porque sólo en la punta del zapato cabe una espaciosa cocina y a la altura del tacón se encuentra la habitación matrimonial.
Pero lo más excitante quizá sea el acceso a la recámara superior a través de la lengua del botín para llegar a lo que los expertos zapateros llaman la caña.
Una casi vertical escalinata lleva hasta el dormitorio de los niños, que seguramente disfrutarán por muchos años ser la envidia de la colonia Granjas Cerro Grande, al sur de la ciudad.
Al padre de Sandra le llevó más de cuatro años construir esa casa de unos 50 metros cuadrados, un desembolso de 300 mil pesos de ese entonces y la dificultad que enfrentó radicó más en la renuencia de los albañiles para concretar tan peculiar proyecto, que en la tarea misma de darle forma a un sueño.
«Cuando le dije al maestro que me hiciera la casa en forma de zapato, me dijo, está loco, ¿cómo le voy a hacer una casa en forma de zapato?, y le dije, ahí está el dibujo, hágamela», comentó Carlos Ponce, padre de Sandra.
«Yo era el ayudante del maestro albañil, el que lo ayudaba con las batidas y el que le decía cómo quería que quedara la casita, basándome siempre en el dibujo del cuento que impresionó a mi hija», dijo el plomero.
El detalle exterior de la ya conocida como la casa del zapato es cuidadoso, porque inserta elementos funcionales y necesarios como las ventanas, sin que se pierda la forma del zapato.
Además, la disposición de los espacios y los puntos de ventilación permiten que la vivienda prescinda de un aparato de aire acondicionado, porque la temperatura que se sostiene en el interior es en promedio de 23 grados centígrados.
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