En la Rusia zarista, una profesión única y ahora obsoleta tuvo una vez un lugar especial dentro de la corte real: el papel del «cosquilleador».
Esta intrigante profesión fue diseñada específicamente para entretener y excitar a las mujeres de la realeza rusa, sirviendo como una forma de placer íntimo.
La tarea del cosquilleador no era meramente entretenida, sino que también se consideraba un servicio importante, que incluso podía ofrecerse a la propia reina.
Las cosquillas, en este contexto, iban más allá de su percepción común como una actividad lúdica. Se empleaban como una forma inusual de juego previo y, a veces, se practicaban como un placer independiente. Las mujeres reales de Rusia se deleitaban en esta indulgencia íntima y a menudo secreta, que estaba profundamente arraigada en las tradiciones de los palacios de Moscú. Las habilidades del cosquilleador eran muy valoradas y sus servicios eran buscados dentro de los círculos aristocráticos de la época.
El autor William Rossi, en su libro «La vida sexual del pie y el zapato», arroja luz sobre este curioso aspecto de la vida de la corte rusa. Señala que las cosquillas eran una tradición antigua que se practicaba desde hace siglos en los palacios reales de Moscú. Si bien esta profesión se ha desvanecido en la oscuridad desde hace mucho tiempo, sigue siendo un ejemplo fascinante de las costumbres únicas y, a veces, inesperadas que alguna vez existieron dentro del opulento mundo de la realeza rusa.