El 14 de enero de 1934, el cantante Carlos Gardel se encontraba en Nueva York, contratado por una radio estadounidense que transmitió dos especiales con su música.
Luego de las dos exitosas emisiones, un desvergonzado quinceañero se acercó a saludarlo expresarle su admiración. Él también cantaba, pero lo hacía de forma amateur. La vida conflictiva del hampa le atraía más que la música.
Gardel aceptó el diálogo amablemente, que transcurrió como pudo, entre el inglés, el español y el italiano, y compartieron un rato de charla.
Curioso, Gardel le preguntó al adolescente sobre su vida. Contestó la novia del joven, quien, indignada, le dijo a Gardel que, a pesar de contar con una voz privilegiada, prefería la vida problemática y los conflictos con la ley.
Por su experiencia de juventud, Gardel habría empatizado con aquél muchacho.
Probablemente el joven haya cantado algo esa noche , ya que Gardel le recomendó enfáticamente que se presentara en un concurso de la radio que lo había contratado en Nueva York.
El joven no tenía la más reemota idea de la competencia, pero decidió anotarse y se presentó como “recomendado” por la estrella Argentina.
El joven Francis Albert Sinatra, conocido luego como «La Voz», se presentó al concurso y ganó el primer puesto, comenzando así su nueva carrera.
Gardel murió un año después y nunca supo hasta donde llegó su joven admirador al que le cambió la vida.
En 1981, Sinatra vino a cantar a la Argentina, pero antes de su presentación en el Luna Park decidió ir a caminar solo por las calles que vieron crecer a Carlos Gardel en el Abasto. Los que tuvieron la suerte de presenciar al insólito turista parado en la esquina de Jean Jaures y Corrientes aseguran que el famoso cantante norteamericano exclamó “Gracias por enseñarme a vivir, señor Gardel”.
Frank Sinatra compartió está historia con muchos argentinos presentes a su paso en Buenos Aires. A todos ellos les dijo: “Carlos Gardel me salvó la vida”.
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