Por H.C. Esquivel
“Estamos tratando con una fuerza extremadamente peligrosa que hará todo lo posible para traer el caos a Georgia”.
Iraki Kobajidze, Primer Ministro de Georgia
En medio de masivas protestas donde relucen banderas de la Unión Europea y de Estados Unidos, Georgia se mira ahora en el espejo de Ucrania.
El país, puerta de entrada a Eurasia, con un interés geoestratégico de primer nivel al ser, colindante con el Mar Negro y el Mar Caspio, pero principalmente, frontera con Rusia, se enfrenta ahora a presiones del “occidente colectivo”, cuyos gobiernos defienden con protestas organizadas desde el exterior, el derecho a interferir en su política interna.
El gobierno con una mayoría del apoyo en las urnas, se mira en el espejo de Ucrania, de su pasado reciente y su actualidad, y busca marcar una diferencia para no ceder a las fuerzas europeístas y estadounidenses que convertirían al país en otro ariete contra Rusia a costa de un trágico destino para su población.
Georgia mira con claridad lo ocurrido en Ucrania, donde por años se incentivaron los sentimientos ultranacionalistas y anti rusos, a la vez que las ONG’s financiadas desde el extranjero apoyaron una democracia que buscaba más bien la entrada de Europa y Estados Unidos.
Con el triunfo electoral del partido Sueño Georgiano, la mayoría en el parlamento impulsó una Ley de Agentes Extranjeros que busca ponerle lupa a las cerca de 10 mil organizaciones no gubernamentales que operan en un país con menos de cinco millones de habitantes.
La ley busca que aquellas ONG’s y medios de comunicación cuyo financiamiento extranjero sea mayor al 20 por ciento de sus ingresos totales, registren ante el Gobierno cuánto reciben y el país de origen.
Desde su primera lectura en el parlamento a finales del año pasado, miles de ciudadanos salieron a las calles de su capital, Tifilis, en rechazo a la ley, pero ahora en mayo, que se aprobó definitivamente, las protestas se incrementaron en frecuencia y en violencia de sus participantes.
Como un hecho aberrante para cualquier país que se respete, los ministros del exterior de países como Finlandia y Estonia marcharon en las manifestaciones en contra de esa ley.
Aunque Estados Unidos cuenta desde los años 30 del siglo pasado con una ley similar y otros países también, los medios europeos señalan a la iniciativa como una “ley rusa”, debido a que en Rusia, una ley en términos muy parecidos exhibió el financiamiento de cientos de ONG’s pro democracia y pro derechos humanos, que terminaron por disolverse.
Al igual que en otros países de la ex esfera soviética, en Ucrania y Georgia se instalaron ONG’s financiadas por la Fundación Nacional para la Democracia, la NED estadounidense, (National Endowment for Democracy), una organización creada por el Congreso de Estados Unidos que asumió el rol que durante la guerra fría realizaba la CIA para luchar contra el comunismo. Actualmente promueve la instalación de gobiernos neoliberales.
Las manifestaciones en Georgia recuerdan el Euro Maidán del 2014, protestas violentas desatadas cuando el presidente ucraniano Viktor Yanukovich suspendió por incosteable un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y decidió voltear hacia su añeja relación con Rusia.
Los ultranacionalistas ucranianos respaldados por ONG’s y por Victoria Nuland, la encargada para Europa del Departamento de Estado estadounidense, (quien luego diría que esa revolución les costó 5 mil millones de dólares), provocaron la dimisión del Presidente, la instalación de un mandatario colocado por EU, (dicho por la propia Nuland), y la instalación de posteriores presidentes pro occidentales que siguieron las órdenes, enemistaron a los pueblos pro rusos del este con los ultranacionalistas del oeste y buscaron llevar a la OTAN a las fronteras de Rusia, motivo principal del actual conflicto armado en suelo ucraniano.
La Ley de Agentes Extranjeros está en la mira de occidente. El Secretario de Estado Anthony Blinken anunció sanciones del Gobierno de Estados Unidos para los políticos georgianos que aprobaron la ley, mientras que desde Bruselas, un comunicado oficial, señala que la ley atenta contra los “valores centrales” de la Unión Europea, como la participación civil en organizaciones sociales, y favorece la polarización y la desinformación.
Para echar leña al fuego, este 23 de mayo, el Primer Ministro de Georgia, Iraki Kobajidze, denunció que durante una llamada telefónica, el Comisario para Vecindad y Ampliación de la Unión Europea, el húngaro Oliver Varhelyi, le lanzó una velada amenaza de muerte para que vetara la ley.
“El comisario europeo enumeró una serie de medidas que los políticos occidentales pueden tomar si no hay un veto a la ley de transparencia, y mientras enumeraba estas medidas mencionó, ‘mira lo que le pasó a Fico, hay que tener mucho cuidado’”, dijo el mandatario.
Varhelyi se refería al Primer Ministro de Eslovaquia, Robert Fico, quien el 15 de mayo fue víctima de un atentado, un hombre con ideas políticas antagónicas y presuntamente relacionado con servicios de inteligencia ocidentales, le disparó en cinco ocasiones, hiriendo de gravedad al político.
Más que condenar el atentado, la prensa europea se refirió a Fico como un político “pro Putin”, debido a que dentro de la UE se opuso al apoyo militar a Ucrania y, por el contrario, llamó a parar la guerra y negociar.
“El intento de asesinato de Robert Fico nos recuerda que como parte de la guerra global estamos tratando con una fuerza extremadamente peligrosa que hará todo lo posible para traer el caos a Georgia”, agregó el Primer Ministro.
Por su ubicación fronteriza con Rusia, Georgia seguirá bajo la presión occidental para abrir la puerta a la Unión Europea y a la OTAN, pero la experiencia inmediata es que la Organización del Tratado del Atlántico Norte es la línea roja para Rusia, por la que está dispuesta a invadir y destruir un país, a fin de mantener su espacio vital.
Aunque la mayoría de la población Georgia apoya al parlamento y a su gobierno, deberá verse bien en el espejo de Ucrania y decidir si se mantiene neutral, o quiere ser instrumento geopolítico de occidente y perder a la mitad de su población entre los que huyeron por la guerra, los que murieron en ella, o los que son ahora ciudadanos rusos luego de las conquistas y anexiones.