Entre la maraña de noticias funestas y de promesas políticas, se abre paso la imagen de un grupo de seis mujeres menudas, ligeras y sonrientes corriendo por las calles de la ciudad de Las Vegas, Nevada.
Sus trajes coloridos impulsados por anchas faldas parecen ondear como banderas de países festivos mientras recorren el último tramo que las llevará a la meta después de correr sin pausa por más de 52 horas, entre las cosmopolitas ciudades de Los Ángeles y Las Vegas.
Las jóvenes mujeres dejaron en pausa sus oficios y afanes en ciudades y pueblos de la sierra Tarahumara de Chihuahua para demostrar de qué están hechos los pueblos originarios de México.
Los estadounidenses desempolvan sus asombros y detienen la marcha de sus autos y hasta descienden estos para constatar la llegada de las herederas de los llamados «Pies Ligeros».
La travesía no fue fácil: las corredoras enfrentaron el frío, el calor y hasta la lluvia helada del implacable desierto, al que retaron sacudiendo sus orgullos de acero e imbatibles sonrisas.
En Chihuahua dejaron en pausa sus oficios de madres, esposas, oficinistas y obreras para ser veneradas en un país ajeno en el que los gritos de emoción fueron la constante al paso de las mujeres que nacieron para correr y para contarnos una historia de lucha y resistencia.
540 kilómetros después la vida de los residentes de California y Nevada no será igual, porque tuvieron la suerte de ver volar, a ras de suelo, seis mujeres de acero.
En todas las redes sociales y medios masivos se leen y escuchan los nombres de Verónica Palma, Yulisa Fuentes, Isadora Rodríguez, Lucía Nava, Rosa Parra y Argelia Orpinel del equipo RA RA RA, por cimbrar a la comunidad mundial tras participar en la carrera «The Speed Project».
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